CUENTOS PARA NIÑOS SIN EDAD
Hace unos años, empecé a escribir algunos cuentos, para todos aquellos que seguimos sintiendonos y descubriendolo todo a través de los ojos de un niño.
LA SEMILLA DE VIDA
En el
principio de todos los tiempos la chispa creo la llama, la llama creó la
estrella y la estrella se expandió formando la galaxia.
Era una, indivisible,
que al explosionar perdió una diminuta parte de sí misma que quedó olvidada en
los confines del universo, mucho más lejos de lo que el hombre puede concebir.
Apareció la dualidad.
La chispa divina dividida, se sentía vacía y sola y mandó los mensajeros a buscar su otro YO por todo el universo. Los cometas pasaban de planeta en planeta anunciando la pérdida, y corrió la voz a través de sus largas colas, iluminando el espacio.
El curso
de la vida seguía, con sus órbitas, estaciones, esteroides y otras estrellas,
pero la chispa se iba apagando poco a poco, necesitaba saber de su mitad y
lentamente perdía la esperanza.
La noche de la lluvia de estrellas del 27 de enero de 1782, el cometa Halley regresó al origen con una gran notícia.
Había oído en el planeta Venus, que cerca de Épsilon se encontró una partícula diminuta de chispa de vida y la guardaba el inventor, el sabio de barba blanca que custodiaba la estrella Sol.
Residía en Venus y decidió que esa chispita tenía que ser devuelta al origen, porque la leyenda así lo mencionaba.
Halley
regreso a Venus al cabo de 2000 años y con mucha paciencia y cuidados recogió
la chispita y la envió de nuevo al origen, hasta entonces el universo estaba
triste.
Cuando
regreso la chispa al uno y la divinidad recuperó su mitad, todas las estrellas
volvieron a brillar con gran esplendor y el cauce del río de la vida, la Vía
Láctea prosiguió su camino, esta vez, más marcada, la estela blanca guiaba a los
peregrinos hacia un nuevo despertar, el universo volvía a ser uno en sí mismo.
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